Pero ya estaba abajo. Mis pies tocaron las piedras de la cúspide del cono de derrubios y mi cuerpo, pendiente hasta ese momento de la tensa cuerda, dejó de moverse cuando yo no quería, bamboleante, cada vez que el contrapeso desestabilizaba la pértiga horizontal.
Tecleado a petición de Pablo Luque Valle y publicado en su libro "La Sima de Cabra" (Septiembre de 2015), página 268.
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