Siempre he sentido curiosidad por conocer el origen de las
sopas preparadas.
En mis primeras salidas de camping y a la montaña, pude percatarme de la gran utilidad de los cubitos de la única marca que conocía entonces: el caldo Maggi. Aquello nos sirvió para recomponer debilidades y hasta para recuperar el calor perdido en los pies, a través de nuestras botas de pescador, vertiendo el caldo calentito dentro de ellas cuando no acertábamos a darle el adecuado grado de concentración.
En mis primeras salidas de camping y a la montaña, pude percatarme de la gran utilidad de los cubitos de la única marca que conocía entonces: el caldo Maggi. Aquello nos sirvió para recomponer debilidades y hasta para recuperar el calor perdido en los pies, a través de nuestras botas de pescador, vertiendo el caldo calentito dentro de ellas cuando no acertábamos a darle el adecuado grado de concentración.
Con Internet encontré la explicación, más lejana en el tiempo de lo que yo creía, en la primera NOTICIA que publicó el Diario de Barcelona, en su primer número, el día 1º de Octubre del año 1792, siendo S.M. Don Carlos IV, bendecidor del invento (desde el trono).
“Del establecimiento
de las Pastillas de substancia, que de órden de S.M. se ha hecho en la
Provincia de Buenos-Ayres, para el uso de la Marina.”
Queda muy claro qué actividades humanas, enumeradas
prolijamente, eran las beneficiarias de aquella magnífica creación: “... pero
su utilidad será todavía más apreciable para los viages de Africa al trato de
los Negros, ... Una libra de este alimento basta para mantener a 40 Negros, ...”
Hoy las tendencias migratorias se mantienen, pero no de la
misma forma, y parece que ya no hay pastillas de substancia para todos. Hace
años que se advirtió la posible falta, y se hizo una curiosa película de
ficción bastante inquietante: “SoylentGreen” (1973). En ella se presenta una sociedad (futura) donde se
aprovechan todos los excedentes de materia alimentaria (natural o depredada)
para reciclarlos en nuevas pastillas. La inventiva humana no tiene límites
cuando las necesidades acucian. Los mejores inventos afloran en los tiempos más
graves. Y la historia no siempre es gloriosa; casi nunca.
También los excursionistas, montañeros y espeleólogos,
¿estaremos en deuda con los negreros?