Gúlmont: solo una
palabra. Quizá solo un recuerdo. Pero ahora es una palabra presente, porque la
dificultad vuelve.
Pasamos el
principio de un mal trago. Espero que solo eso. Pasará. El mundo lo pasará.
Será grave. Lo pasaremos mal pero quiero pensar que será de largo, un paso.
Quiero desear con fuerza que lo pasemos, con los nuestros. Muchos han sentido
los síntomas y lo han padecido, pero han levantado ya la cabeza. Tenemos
presente que la derrota es solamente de un porcentaje mínimo. Quiero creer en
que estaremos en el otro porcentaje que se va reduciendo contra el tiempo. En
mi pueblo prestado, en el monte, estamos confinados en un mundo privilegiado al
que tardará más en llegar lo más dañino. Cuando llegue, tenemos la esperanza de
que la investigación y el tiempo hayan propiciado ya un remedio. Y si no,
quiero dejar presente una huella. Un recuerdo de lo que el Gúlmont quiso ser.
Contarlo, a pesar
del pesar.
Hace ya tiempo
que arrastro cada día más mi propio Gúlmont sobreviviente. Aquí estoy, sí,
acumulando citas médicas que, últimamente, se posponen unas a otras en una
demostración palpable de un fracaso de organización al que salvan la tenacidad
y profesionalidad del personal que se empeña en mantenerla viva a pesar de
todo. Ellos son todo lo que va quedando de la Sanidad. Lo mejor. Eso sí, no
debe silenciarse, aunque yo no hable. Ahora la nube nos alcanza y deja en nada
las esperas pasadas.
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